trauma:
Cayce Pollard es lo que se llama una «intuitiva». Trabaja para las corporaciones identificando si un logotipo, un accesorio de moda o un nuevo gesto de la sociabilidad van o no a ser exitosos, y recorre el mundo en su búsqueda. Su misión es localizar las tendencias que luego puedan ser lanzadas al mercado de masas. Pero, humana al fin, padece una fobia arcaica, de raíces profundas: paranoia semiótica. En la práctica, esto resulta en que ante ciertos signos, conductas u objetos ella se sienta presa de un pánico completamente desestabilizador. El muñeco de Michelín fue la primera marca comercial ante la que manifestó una reacción fóbica. Tenía seis años. —Le dio un pato en la cara a quinientos kilómetros por hora —recita en voz baja. Voytek parpadea. —¿Qué decís? —Perdón —dice Cayce. Es un mantra. Un amigo de su padre, piloto comercial, le había contado cuando era una adolescente la historia de un colega suyo que había chocado contra un pato al despegar de Sioux City. El parabrisas se había hecho añicos y el interior de la cabina se había convertido en un huracán. El avión aterrizó sano y salvo, y el piloto sobrevivió y volvió a volar con fragmentos de vidrio alojados para siempre en el ojo izquierdo.